viernes, 14 de marzo de 2008

El gentil arte de ser mercancía

Ya somos cuerpos transformados, escritos objetos de mercancía, distribuidos en un paisaje donde nos ordenan cómo circular, qué vestir, qué consumir… y lo desechable termina en lo más bajo, mutilación de órganos (¡No veas! ¡No camines! ¡Silencio!), dar muerte a la vida, ghettos de pobres. Nos crean necesidades ficticias, mundos ficticios que dividen entre los que pueden acceder a la satisfacción y los que no pueden. Cartografía desequilibrante, subjetividad podrida, vigilar y castigar.
Instituciones vaciadas de contenido, de palabras; relaciones de mando-obediencia que muerden exasperadamente a las víctimas. Impunemente devastan relaciones sociales, excluyen del espacio público, desarticulan su autonomía.
Estamos tan sumergidos en nosotros mismos, en nuestros recorridos, en nuestras actividades, en nuestras cotidianeidad, que olvidamos los atropellos. Somos incapaces de ver las atrocidades, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos que padece la comunidad. Somos mercancía, somos objetos clasificados, categorizados, explotados en provecho de unos pocos, pero poderosos. La realidad nos golpea en cada instante, grotesca escena, privatización del conocimiento, contaminación, exclusión, precaria existencia.

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